Me gustaría hablar hoy de la Belleza, pues creemos que hay ciertos rasgos o características físicas estereotipadas que hacen que una persona luzca más atractiva a los ojos de quien la mira. Sin embargo, la belleza resulta ser bastante subjetiva dependiendo el contexto cultural, religioso, político y social de un determinado lugar.
A lo largo de la historia de la imagen y la moda, se han estudiado diferentes prototipos de belleza y me gustaría compartirte algunos ejemplos.
En algunas tribus africanas antiguas, las mujeres más bellas eran aquellas que tenían cuerpos robustos, pechos grandes y caderas anchas debido a que era signo de fertilidad y salud, pues normalmente aquellas mujeres con ese aspecto eran las que que podían concebir mayor cantidad de hijos.
En Egipto Antiguo, la belleza era sinónimo de mujeres con ojos acentuados con delineados oscuros y pelucas peinadas con trenzas largas con accesorios brillantes, teniendo en cuenta que era muy común que raparan sus cabellos para evitar acalorarse con el clima extremo en el que vivían y controlar el problema de los piojos.
En Roma, las mujeres anhelaban teñir sus cabellos en tonos rubios o adquirir pelucas que las hiciera aparentar una imagen más nórdica, aspecto que veían en las mujeres que habitaban en los pueblos conquistados por el ejército romano y que, al ser la novedad, resultaba más auténticas y bellas.
En la Edad Media las mujeres de tez blanca, languidez en el rostro, aspecto enfermizo y de manos delicadas y pequeñas, eran consideradas las más bellas, pero ¿por qué ese aspecto enfermizo era considerado atractivo? Esto se debía a que era un signo de status y riqueza, ya que comunicaba que eran mujeres que vivían entre lujos e inactividad, pues las pieles bronceadas se atribuían a las personas que estaban en larga exposición al sol debido a sus actividades laborales y domésticas, por tanto esta característica era sinónimo de personas que trabajaban el campo. Todo lo contrario a la actualidad, en donde las mujeres prefieren lucir cuerpos bronceados y tonos dorados que pueden obtener en camas de bronceado o en esos exquisitos días en la playa.
En la modernidad, la tendencia está en lucir cuerpos esbeltos, tonificados y ejercitados, con cabelleras largas y abundantes, ojos en colores claros y labios gruesos, siendo un estereotipo visto a través de la imagen de las top models que recorrían el mundo gracias a los medios de comunicación masiva. Y eso es bastante preocupante porque las mujeres adolescentes y adultas que no cumplen con ciertas características son vistas como poco agraciadas y sin posibilidades de ser bellas.
Una estadística dice que el 98% de las mujeres de todo el mundo no está del todo conforme con su físico, por lo que nos indica que existe una gran presión social por poder encajar en un estereotipo que sólo el 2% cumple a la perfección.
Sin embargo, la clave para sentirte bien con tu físico, no es tratar de encajar en los cánones de belleza actuales, sino conocer tus atributos y empoderarlos a través de un cambio de actitud frente a la vida cotidiana.
"El consultor de imagen no trabaja con prototipos de belleza, porque esta es subjetiva a los ojos que la miran, sino que su trabajo se basa en la estética, el cual busca el equilibrio de las proporciones de los individuos”
Sin embargo, no hay que confundirnos en concluir que sólo las personas que tengan un cuerpo o un rostro perfectamente proporcionado serán las más atractivas y que todos los demás somos un fracaso estético. Pues el trabajo de un consultor de imagen es comparado al armado de un rompecabezas en donde se deben ir uniendo las piezas de una manera meticulosa para que la persona se sienta cómoda y satisfecha con las propuestas que se hacen partiendo de sus características físicas y de su aspecto interno de personalidad.
Varios expertos coincidimos que la belleza externa parte de la actitud, la seguridad y la autoconfianza con la que una mujer camine en su vida cotidiana. Las mujeres con sentido del humor positivo y con carácter para defender sus ideales, son las que inspiran mayor confianza y atracción. Y no se trata de fingir y pretender ser lo que no eres, sino ser auténtica y fiel a ti misma.
Una mujer es atractiva cuando se siente cómoda con su cuerpo, cuando se mira en el espejo si tapujos y sabe identificar su autenticidad de una manera positiva, e incluso es capaz de ver aquellos defectos con amor y seguridad, sabiendo como equilibrarlos para que no luzcan demasiado evidentes. Es aquella que cuida su imagen más allá de la vanidad, pues procura su cuerpo no sólo para perder peso, sino porque se preocupa por su salud y su bienestar. Apuesta más por lucir un aspecto natural que refleje su esencia, aunque también se permite decorar su imagen con prendas y maquillaje que la hacen sentir tal cual es ella.
Es una mujer que camina firme, sin preocupaciones acerca del que dirán y que sobretodo despide una fragancia de feminidad y empoderamiento. Una mujer es atractiva, cuando se acepta y resplandece en sus propios ojos, más que para complacer las miradas de terceros.
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